En fin, nunca escarmentaré, porque no se me ocurre otra cosa que proponer una excursión a la sierra de Madrid, concretamente al valle del Lozoya a ver al natural esos parajes espléndidos que los chicos han estudiado en los libros en este curso recién comenzado.
Al punto de la mañana salimos todos contentos con la mochila a cuestas llena de bocadillos y ganas de pasarlo bien, poco les faltaba para cantar eso de “Qué buenas son las seños del colegio, qué buenas son, que nos llevan de excursión.”
Al llegar a Rascafría bajamos del autobús y empezamos a caminar por una senda muy apropiada para los niños, porque era muy llana y se andaba de maravilla.
El día estaba genial, ni frío ni calor, el sol no brillaba lo cual era mejor para nuestras in tenciones de hacer una marcha observando el paisaje, las montañas y la flora del lugar, no sudaríamos ni nos agobiaría el calor.
A la media hora ya empezamos a ver que los chavales no estaban en su mejor forma y teníamos que andar arreando a los rezagados, pero, ¡ay! eso era al principio, conforme pasaba el tiempo y la marcha avanzaba, se les bajaba la pez al culo como quien dice y empezaban a preguntar que cuánto faltaba, que si ya estábamos llegando…
Se distraían con cualquier cosa, unos caballos sueltos por el monte, unas vacas, unas setas…Todo eso les sorprendía y a nosotros nos gratificaba ver las caras de sorpresa que ponían.
Bien se veía que no salían del duro asfalto a menudo y todo les llamaba la atención. Da pena ver a chicos de 10, 11 años que no han visto al natural un gallo o animal parecido, pronto sólo lo conocerán por los libros y los dibujos animados…¡¡¡qué pena!!!!!
Sigamos narrando en orden la salida: Después de una hora y media más o menos hicimos una parada para comer el bocadillo de media mañana y reponer fuerzas.
Seguimos la ruta y ya digo que no eran muy andarines, uno de ellos nos proporcionó una rama que encontró en el suelo y que yo utilicé para seguir arreando como quien lleva un rebaño de cabras, ya digo, con el bastón iba azuzando a los chavales porque se quedaban rezagados.
Cuando llegamos al sitio convenido , en donde se encuentra una especie de monumento al guardia forestal y que era el final de la marcha, nos detuvimos para comer y descansar hasta que el autobús nos recogiera unos metros más abajo .Mira que el paraje era un sitio precioso y la vista era de lo mejor, pero ellos no estaban por la labor.
Allí acabaron por desmadrarse, después de comer y sin soltar la mochila, (no la dejaban ni a sol ni a sombra), empezaron a correr e incordiarse los unos a los otros y, claro, siempre venía alguien a darnos el parte. No nos dejaban a nosotros descansar y comer el bocata que llevábamos, así que teníamos que levantarnos a poner paz y ver qué pasaba. Fue muy cansado.
A las 3 y media decidimos visto el panorama empezar a bajar al lugar en que nos esperaba el bus. El camino fue corto y en especial sonoro, (por los gritos que iban arreando).
Montamos en el autobús y allí ya no tengo fuerzas para recordar la lata que dieron los malditos; no se sentaban ni a tiros, se daban con todo lo que tenían a mano, que aunque no era mucho cualquier cosa les servía como arma de guerra. En fin, ya digo que fue un poema de regreso. Nos juramos todas/os los que íbamos a cargo de la jauría que por este año ya habíamos cumplido y les amenazamos con suspender el resto de las salidas, fuera donde fueran. Ya veremos si surte efecto.
Desde luego no se paga con dinero el trabajo que realizamos. Menos mal que se nos olvida de una vez a otra.
domingo, octubre 15, 2006
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