Recuerdo una tarde de finales del último verano y una fiesta que se hizo en la piscina para los niños, con refrescos, patatas, chucherías varias, juegos diversos y para rematarla, una cucaña.
Los niños se afanaban por romper la olla y cuando por fin lo hicieron,se lanzaron como fieras a por los regalos. Parecía una jauría de lobos luchando por su ración de comida.
Cuando por fin se despejó el batiburrillo de niños, miré, y sorprendida pude observar que todos los caramelos que cayeron estaban en el mismo sitio y lo único que se habían llevado los críos eran las pequeños sorpresas que vienen dentro de la cucaña.
Me quedé de piedra, y sin dudarlo fui yo la que se lanzó a por ellos, los recogí,y el primer día de clase , mis alumnos se los comieron encantados. No dejo de pensar que algunos de esos niños se habrían dejado el día anterior en el suelo los mismos caramelos que ahora se comían.
domingo, abril 05, 2009
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