Cuando empecé a ejercer en la profesión, me destinaron a un pueblo de Cádiz, precioso, blanco, encantador, y allí me fui con toda la ilusión del mundo a desasnar niños. Cuando llegué, la verdad, me pareció un poco pequeño, pero eso no me arredró, y me dispuse con toda la ilusión del mundo a cumplir mi cometido.
En ese pueblo se hablaba ceceando y a mí me parecía bastante gracioso, menos cuando tenía que leer lo que escribían, ya que lo hacían tal y como hablaban, lo que a veces me resultaba confuso, porque cuando ponían "zalí de caza" no sabía si era a cazar perdices o de su propia casa.
Tenía yo un chaval avispado y muy trabajador que un buen día me dice:
-"Zeñorita, yo no he podido hacer lah tareah, porque cuando salgo de la ehcuela me voy al PPO (programa de promoción obrera, creo que significaba) a aprender a hacer loza"
Yo, ni corta ni perezosa comenté con mis compas la oportunidad de poder hacer una clase sobre la cerámica de la zona y de paso decorar el aula.Al día siguiente le digo al niño:
- "Oye, Antonio, tú que vas a aprender el oficio. ¿Qué clase de loza haces?. Contestación del chaval:
-"Poh cuar va a ze zeñorita, poh lozah par zuelo".
Tierra trágame, pensé yo por mi ignorancia del habla nativa. Ni que decir tiene que no le pedí ninguna pieza de alfarería para la clase ni nada por el estilo. En fin, eso me enseñó a averiguar lo que querían decir antes de meter la pata.
viernes, mayo 12, 2006
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