Acabamos de empezar el curso y el colegio parece un campo de batalla, hay obras que se podían haber realizado en verano y, claro, no se han hecho, para qué, si se pueden hacer cuando todos los niños están ya en las clases y darles la matraca a ellos y no dejar trabajar a los profesores....
Cuando digo las trincheras es así literalmente el aspecto que tenía el colegio el día 1 en que me incorporé, veréis: los servicios de alumnos no existían, solo las paredes, los materiales yacían por los pasillos, los sanitarios dormían en los descansillos, los cables de las máquinas salían de las clases y las puertas de algunas aulas sencillamente ya no estaban.. El polvo se podía masticar, y al andar por los pasillos quedaban tus huellas en el suelo como testimonio escrito de toda la incompetencia de que son capaces los encargados del mantenimiento de los colegios.
Todo era un caos y no se podía andar por ningún sitio, no había hueco para que nosotros, los profesores, pudiéramos hacer nuestro trabajo,
-Esto será el primer día- pensamos con optimismo, el lunes estará todo solucionado.
Infelices de nosotros. Al día de hoy martes 12 de septiembre, el caos sigue imperando en el centro. Los alumnos no pueden ir a los lavabos de su planta y tienen que bajar a otra para poder usarlos, el polvo y el calor que hace en las aulas nos hace pensar en el desierto, y va para rato......
Pero como no todo son tristezas ante la falta de respeto al trabajo de un colectivo que es fundamental para el futuro de un país, otra vez empiezo con el corazón alegre y el ánimo claro para olvidar todas esas “pequeñas” zancadillas y poder hacer mi trabajo lo mejor que pueda en esas circunstancias.
9 de la mañana: todo son ojos y miradas entre ellos. Entran a clase y se sientan con sus amigos del curso anterior. Después de un rato y tras haber roto el hielo, la clase va como una seda y se sienten ya como en casa, “en su cole”.Hablamos de los proyectos que tenemos en el año que empieza , se les ve ilusionados...¡Dios mío que sigan con ilusión y ganas!
La mañana pasa volando y cuando toca el timbre anunciando la hora de la salida , corren por los polvorientos pasillos, bajan de dos en dos los escalones y enfilan la salida con una vitalidad que da gloria verlos.
Se acabó el verano y empieza la ardua tarea de sacar lo mejor de todos ellos
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